viernes, 25 de septiembre de 2009

qué impredecible es nuestra realidad

Es increíble lo complejos que son nuestros sentimientos.

Aún con el paso del tiempo no dejan de sorprendernos... creemos que los tenemos dominados... pero no... eso no es así. No sabemos cuántas historias están ahí aún sin ser contadas totalmente, esperando el momento para revelarse... tomándonos por sorpresa y quizás mostrándonos realidades que no habíamos querido ver... verdades que habíamos querido admitir e incluso sentimientos que no habían sido expuestos.

Cuántas vueltas tiene que dar la vida para darnos cuenta de muchas cosas que hemos dejado pasar o que no habíamos querido dar a conocer talvez por estar inmersos en una cadena ininterrumpida de malos entendidos o de obviedades. Y ¡oh sorpresa!... cuando todo eso se hace presente ... cuántos errores podríamos haber evitado, cuántas decisiones pudieron haber sido distintas y talvez cuán diferente sería nuestra actual existencia.

Es interesante cuando logramos que todo lo oculto ante nuestros ojos se revele, pues se nos presentan oportunidades de perdonar, de sentir, incluso de amar sin medida, sin prejuicios y sin temores. Sin embargo, también nos pone en coyuntura... y eso no es problema, solo que nos obligará realmente a enfocarnos para aprender de los errores del pasado, para corregir el rumbo.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Mi primera Clase de Spinning

Mi Primera Clase de Spinning
escrito por Jaime Bayly
(tomado de internet)

Estaba estirándome en la cama el domingo en la mañana cuando Sandra me preguntó: ¿por qué no vienes al spinning conmigo? Había dormido bien y me provocaba sudar un poco, así que decidí acompañarla. Ella me advirtió que la clase sería fuerte para un principante como yo, pero me reí en su cara y le dije que sería un paseíllo para mí.
-Tu clasecita de spinning me va a servir de calistenia antes de hacer mi rutina en el gimnasio -le dije, y ella apenas sonrió. Confiado en mi buena condición física, me puse ropa deportiva y anteojos oscuros y, cargando una botella grande de agua, me dirigí al gimnasio dispuesto a estrenarme en la moda universal del spinning, un ejercicio que miles de mujeres y algunos hombres, subidos en sus bicicletas estáticas y pedaleando frenéticamente al ritmo de una música demencial, practican con una especie de devoción religiosa y celo fanático. Esto lo tenía muy claro antes de subirme a la bicicleta: el spinning no es un ejercicio más, es una secta peligrosa a la que no cualquiera puede pertenecer.
-Si te cansas y no puedes seguir, dejas de pedalear y te bajas de la bicicleta -me dijo Sandra cuando entramos al gimnasio.
-No me hagas reír, por favor- le dije, con una sonrisa arrogante. -Yo he jugado fútbol de chico, corro todos los días, mis piernas están entrenadas, ¿tu crees que no voy a poder montar bicicleta una horita?.
El profesor de spinning se llamaba Tony y era un muchacho bajito, musculoso y saltarín, uno de esos gringos perfectamente felices que todavía no se han enterado de que algún día se van a morir. Le entregué mi ticket número 6 y me dijo que jalase mi bicicleta y la colocase en algún lugar frente a él. La maldita bicicleta pesaba una tonelada y no había cómo moverla de allí. Estaba arrastrándome como un condenado para desplazarla cuando alguien me hizo notar que debía levantarla y hacer girar sus rueditas. Fue un buen consejo. Puse la bicicleta detrás de todos, me subí a ella, respiré hondo y tranquilo y eché un vistazo: seis jóvenes mujeres comenzaban a pedalear de espaldas a mí, y todas eran guapas, especialmente una brasilera que había amanecido ese domingo con la feliz idea de hacer bikini-spinning.
-Comenzamos bien el spinning- pensé, mirando las piernas estupendas de la brasilera, pedaleando con pleno dominio de la situación. Tony puso una música lenta tipo Enya para calentar, aplaudió con entusiasmo, gritó frases de aliento que juzgué exageradas e innecesarias y pidió que nos preparásemos para la posición número uno. Como yo, a mis 35 años, sólo conocía una posición para montar bicicleta, seguí pedaleando en mi posición uno (y única). La música era suave, las chicas estaban lindas, Tony movía el cuello distraído como si fuese bailarín de Ricky Martin y yo, pedaleando seguro y ganador, pensaba:
-Me está gustando esto del spinning.
Entonces comenzó una canción algo violenta y la cosa se aceleró bastante, pero mantuve todo bajo control. Una música afiebrada invadió el gimnasio, sacudió los gigantescos espejos en los que nos veíamos reflejados, alborotó a Tony y las chicas y nos lanzó a pedalear como enloquecidos.
-Posición dos- gritó Tony, y como no le hice caso y seguí en mi posición única, se bajó de su bicicleta, se acercó a mí con un airecillo condescendiente y me dijo que la posición dos consistía en montar bicicleta sin apoyar las posaderas, es decir casi parado sobre los pedales. Obedecí sus instrucciones y empecé a pedalear como lo hacían él y las chicas, y a partir de ese momento mi vida cambió dramáticamente y para siempre. Si alguien me preguntase: -¿En qué momento se jodió tu vida?, tendría que decirle: -Cuando pasé a la posición dos y pusieron la versión trance de American Pie cantada por Madonna. Porque así fue: apenas habían pasado diez minutos y ahora yo pedaleaba de pie como si estuviese escalando el Himalaya en bicicleta y mi esmirriado cuerpo de trabajador intelectual empezaba a bañarse en sudor y la gorrita se me caía al piso (y con ella mi orgullo) y Tony el instructor me gritaba que pasase a la posición tres y que pedaleara más rápido y yo con la mirada clavada en el reloj sólo tenía un pensamiento acosándome, flagelándome: ¿cuánto falta para que termine esta pesadilla?. Pero el reloj parecía detenido: juro que no se movía. Entretanto, mi corazón saltaba, mis piernas se hamacaban, mi optimismo caía al suelo en forma de sudor y el espejo me devolvía la figura de un hombre que pedaleaba con tanta torpeza como angustia, sabiendo que esa estúpida clase de spinning podía acabar con su vida y sus más dulces ambiciones. Miré a Sandra. sonreía fresquita desde su bicicleta, pedaleando a mil por hora como toda una profesional.
Juré que no pararía de pedalear, aunque tuviesen que sacarme muerto...
Mi orgullo estaba en juego. No permitiría que Tony y su secta de fanáticas me humillasen. Pasé a la posición tres y empecé a descargar mis últimas energías en esos pedales imposibles. Vi el reloj. Sufrí entonces mi primer mareo: ¡faltaban cuarenta y cinco minutos para terminar, y yo estaba a punto de desfallecer!
-Eso me pasa por no ir a misa -pensé, jadeando como un enfermo terminal-. Voy a morir hoy domingo haciendo spinning. Pensé que mirar a la brasilera semidesnuda me devolvería los bríos perdidos, así que desvié la mirada hacia ella, pero gruesas gotas de sudor caían sobre mis achinados ojos, nublando mi visibilidad y empañando de paso mis lentes. Casi no podía ver. Mi cara era un asco de sudor, una mueca agónica, la angustia del que siente cerca el final.
Cuando se cumplió la primera media hora, el panorama era poco alentador: no sólo sudaba a chorros, me temblaban las piernas, mi corazón bailaba un mambo taquicárdico y yo no podía ver, sino que además, para agravar las cosas, empecé a toser convulsivamente, una incesante mucosidad comenzó a descender por mis orificios nasales y noté un dolorcillo alarmante en la zona baja posterior, allí donde descansaba mi humanidad en la posición número uno.
Dicho de una manera más cruda: me dolía tanto el trasero que ya no podía sentarme y sólo lograba pedalear en las posiciones dos y tres, que desgraciadamente eran las más extenuantes. Tony cometió entonces un grave error: acallando por un momento sus chillidos de felicidad ciclística, bajó de su máquina, caminó hacia mí y se permitió criticarme (con ánimo seguramente constructivo). Me dijo que debía pedalear más rápido, no apoyarme tanto en mis brazos y encorvar más la espalda para que todo el peso de mi cuerpo recayese sobre mis estragadas piernas. -Más rápido, más rápido -me gritó, sin advertir que estaba a punto de desmayarme- Reconozco que perdí el control y pido disculpas por ello. Tony no merecía que lo mirase con tanto odio empozado y que le mentase la madre mentalmente. Tan turbia y amenazadora fue mi mirada, que se marchó a su posición de líder y dejó de mirarme.
-Si voy a morir haciendo spinning, al menos déjame que muera pedaleando a mi ritmo, gringo malnacido -pensé, y ahora pido disculpas por ello.
Tony se vengó porque puso unas canciones trance violentísimas, vertiginosas -al lado de las cuales las del rapero Eminem parecían baladas de amor- pero yo no me dejé intimidar y, alentado por una mirada afectuosa de Sandra, empecé a dominar las posiciones uno, dos y tres y sentí de pronto el inesperado vigor de un segundo aire.
Pensé que lo peor había quedado atrás cuando súbitamente mi pierna izquierda dejó de moverse, se trabó y, por mucho que insistí en seguir pedaleando al ritmo de la música trance, mi cuerpo se enzarzó en un nudo con los pedales porque, maldición, los pasadores de mi zapatilla izquierda se habían enroscado con la bicicleta y mi insistencia por seguir haciendo spinning heroicamente provocó lo que ahora narro con dolor: mis pasadores, mi zapatilla, el pesado armatoste de fierro y yo mismo caímos al suelo húmedo de sudor. Como si nada hubiese pasado, las lindas chicas siguieron pedaleando ensimismadas y sólo Tony se acercó preocupado, me ayudó a levantarme, me dio permiso para tomar agua (juro que me dio permiso para tomar agua: por eso digo que el spinning es una secta peligrosa que quiere apoderarse del mundo) y me preguntó si quería sentarme a descansar. -No -le dije, empapado en sudor, moqueando, los anteojos empañados, sin una zapatilla-. Voy a seguir hasta el final. Y así fue. Terminé mi primera clase de spinning sin dejar de pedalear. Orgulloso, bajé de la bicicleta, respiré hondo y sentí que la pesadilla había terminado.

lunes, 7 de septiembre de 2009

"Amarás a quien no te ama, por no haber amado a quien si te amó"

Esta frase parece una sentencia por haber cometido algún tipo de delito. Sin embargo, no es otra cosa que la manifestación de que la vida nos pasa cuenta de cobro por todas nuestras acciones, así no hayamos sido conscientes de éstas cuando ocurrieron.

Es lo que la sabiduría hindú refiere al karma. Y créanme que no es un juego. Todas las culturas manejan este concepto, algunas más que otras, pero al fín y al cabo nos revelan que todo tiene consecuencias y que nada quedará impune. Acción-reacción, Ley del Talión, Ley de la Compensación, etc...., todas refieren a lo mismo.

Y en el caso de los sentimientos... no hay nada más cierto. ¿No les ha pasado que conocen a ese ser ideal y que, aún cuando creen que todo puede ser posible..., se convierte en un espejismo, inalcanzable pero presente?... y no encontramos explicaciones, o nos preguntamos por qué a nosotros nos pasa, qué habremos hecho para merecer esto,... etc..., y no creemos que la vida sea justa con nosotros porque "¿cómo nos van a negar esa posibilidad de amar y ser amados?"...

Todo en esta vida se paga y talvez en algún momento hicimos sentir a alguien mal, o desatendimos las señales que esa persona nos envió o no las tomamos en cuenta y esa persona pudo sentirse así como podemos sentirnos en estos momentos... y esa culpa, esa energía negativa, queda latente..., al menos así parece tomando en cuenta los hechos.

Ojalá hubiera una solución fácil para esto... un remedio rápido..., pero hay un camino... y aunque suene demasiado "religioso o espiritual" no es otro que el perdón. Hay que buscar perdón, o perdonar, incluso perdonarse a sí mismo..., curar rencores..., cerrar capítulos..., y seguramente en ese instante la energía de nuestra vida retomará su cauce...

Yo lo sé..., lo he estado haciendo en estos últimos meses... porque encontré muchas fugas de energía que hoy impiden que fluya como quiero... y aún debe estar faltando algo por hacer porque todavía permanece el karma en muchas acciones... pero muchas cosas se van aclarando y la carga sobre los hombros se va reduciendo e incluso conversaciones pendientes se van dando sin problemas.

Difícil de creer.... sí, sobretodo para alguien como yo, acostumbrado a tener evidencia científica en lugar de empírica dada mi formación profesional,... pero luego de mucho pensar y tomando en cuenta los nuevos rumbos que van apareciendo a medida que aplico esta solución, encontré ésta como la respuesta a lo que está pasando... una respuesta posible... viable pero no mágica..., una solución que debe nacer del individuo hacia los demás, que debemos expresarla abiertamente.

Es como una purga que debemos tomar, querámoslo o no.

martes, 1 de septiembre de 2009

Jesus Christ SuperStar

Este es un excelente musical de Andrew lloyd Webber y tim Rice, que en su versión original en 1973 causó revuelo en la sociedad y admiaración en la población juvenil de la época, por su descarnada puesta en escena. Incluso fue llevada al cine. Aquí está esa versión de 1973 y el remake hecho para TV en el año 2000.

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Jesus Christ Superstar 1973





















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Jesus Christ Superstar 2000


















Aikido...

Aikido es a mi modo de ver un arte marcial completo porque permite armonizar interiormente al inidividuo a la vez que logra a través de esa armonía controlar su entorno y guiarlo. Es así como se logra usar la fuerza del oponente en contra de él mismo.

No es una confrontación donde prime la fuerza sino la energía que se aplica en cada una de las técnicas. Además que esa energía se canaliza a través de la respiración y el autocontrol..

Suena extraño, hasta esotérico, pero en realidad es una aplicación correcta de leyes físicas y sentido común, con un manejo técnico y dominio corporal.

Es mucho lo que se puede decir de este arte marcial pero es mejor verlo en acción. Aquí dejo una muestra en los que varios Senseis de prestigio mundial nos muestran su visión particular de las técnicas de este arte fundado por Osensei Morihei Ueshiba, que cada vez cobra mayor vigencia.

whoa... ¿qué está pasando?...

Muchas veces el destino nos pone en situaciones difíciles que nos ponen a prueba y que nos desequilibran mentalmente. Y la mayoría de las veces ocurren en los instantes menos esperados, no necesariamente los peores sino en aquellos en los que creemos estar encaminados seguros hacia un nuevo rumbo.

Por ejemplo, por fín estás saliendo con alguien o conociste a una persona especial y de pronto aparecen recuerdos del pasado o se despierta en los demás un sentimiento de atracción hacia tí que hace que aparezcan oportunidades, se generen situaciones, se escuchen propuestas o se materialicen ilusiones o fantasías que, añoradas en otros momentos, nos pueden jugar una mala pasada a nivel emocional y pueden poner en jaque todo lo nuevo que estamos tratando de construir.

Eso no es malo,... simplemente es un juego que la vida nos propone de vez en cuando, mostrándonos todas las variables y varios caminos... sin previo aviso. Es fácil ceder, pero a lo mejor es necesario que estas cosas se den para poner en perspectiva pasado, presente y futuro... algo así como una coyuntura.. una encrucijada de la vida... donde podemos realmente valorar el camino recorrido y emprender el nuevo sin dejar cabos sueltos ni ataduras.

¿Fácil?, definitivamente no. Es más, es uno de los temas más difíciles porque precisamente son tantas cosas que es complicado encontrar alguien imparcial con quien buscar consejo, porque todo nuestro ser se pone en juego... y eson nos deja vulnerables ante los demás y no estamos siempre dispuestos a mostrar esa vulenrabilidad en pos de obtener ayuda para tomar decisiones.

Superar esta etapa toma su tiempo... lo importante es que no perdamos de vista el norte sin importar las "caídas" que tengamos. No justifico si en momentos de flaqueza resultamos removiendo sentimientos del pasado, generando aún más confusión. Sin embargo, la vida no debería juzgarnos por eso.

He ahí lo difícil, porque al sucumbir podemos poner en peligro lo nuevo por venir... a lo mejor por un espejismo del pasado que luego de un corto tiempo puede desvanecerse y dejarnos aún más vacíos...