miércoles, 12 de agosto de 2009

SERENDIPIA..al fín ¿qué es?

Este artículo contiene información recopilada a través de internet...

En el reino de Seréndip

Había una vez un Reino exótico y oriental llamado Serendip cuya memoria se confunde con la imaginación. Los más viejos nos cuentan que existió; que estaba en una isla que muchos, muchos años después se llamó Ceilán y que hoy se conoce como Sri Lanka. A juzgar por la sonoridad de los nombres de algunas ciudades de esa isla, como Trincomalee o Jaffna, bien pudo ser así. O quizá Serendip siempre estuvo en Persia, el reino de los cuentos.
En el Reino de Serendip se contaban muchas y maravillosas historias pero el azar quiso que sólo llegáramos a conocer una. Se trata de la historia de los tres príncipes de Serendip, individuos privilegiados no sólo por su noble ascendencia sino además por el don del descubrimiento fortuito. Cuenta la historia que estos tres personajes encontraban, sin buscarla, la respuesta a problemas que no se habían planteado; que, gracias a su capacidad de observación y a su sagacidad, descubrían incidentalmente la solución a dilemas impensados.
Tan peculiar debió parecerle este don a un anónimo testigo que decidió inmortalizarlo escribiendo el anónimo relato que llevó por título, en inglés, “The Three Princes of Serendip”.
Mucha, mucha gente leyó ese libro a lo largo de los años. Pero cuando lo leyó el señor Horace Walpole en el siglo XVIII algo cambió. A Walpole el don de los tres príncipes también debió de parecerle sublime, si bien difícil de explicar, y se inventó al efecto una expresiva palabreja: “serendipity”, una palabra que, dado que el señor Walpole era inglés, tuvo su primera oportunidad de repetirse y crecer en el mundo anglosajón.
El género epistolar es bien conocido como instrumento de declaraciones amorosas; pero, si no acaban en la hoguera y superan el paso de las décadas, las cartas son también una fuente valiosísima de información histórica. Y la carta que el señor Walpole escribió a su tocayo sir Horace Mann el 28 de enero de 1754 es una de esas que hacen historia. No Historia de la guerra ni de los imperios, no historia de espías o conspiraciones, sino historia de la palabra. En esa carta Horace Walpole hablaba de su reciente creación, de la palabra serendipity y de su riqueza expresiva. Leamos...


“. . . this discovery indeed is almost of that kind which I call serendipity, a very expressive word, which as I have nothing better to tell you, I shall endeavor to explain to you: you will understand it better by the derivation than by the definition. I once read a silly fairy tale, called The Three Princes of Serendip: as their highnesses travelled, they were always making discoveries, by accidents and sagacity, of things which they were not in quest of: for instance, one of them discovered that a mule blind of the right eye had travelled the same road lately, because the grass was eaten only on the left side, where it was worse than on the right--now do you understand serendipity?”
“... este descubrimiento es del tipo que yo llamo serendipia, una palabra muy expresiva que voy a intentar explicarle, ya que no tengo nada mejor que hacer: la comprenderá mejor con su origen que con definiciones. Leí en una ocasión un cuentecillo titulado “Los tres príncipes de Seréndip”: en él sus altezas realizaban continuos descubrimientos en sus viajes, descubrimientos por accidente y sagacidad de cosas que en principio no buscaban: por ejemplo, uno de ellos descubría que una mula ciega del ojo derecho recorría últimamente el mismo camino porque la hierba estaba más raída por el lado izquierdo—¿comprende ahora la serendipia? “


La palabra “serendipity” se encuentra hoy en los diccionarios de inglés y su noción se ajusta muy bien a numerosos casos de descubrimientos científicos, que se producen “por casualidad”, que se encuentran sin buscarlos, pero que no se habrían llegado a realizar de no ser por una visión sagaz, atenta a lo inesperado y nada indulgente con lo aparentemente inexplicable.
No existe traducción al español de esta peculiar palabra. El traductor del libro “Serendipity. Accidental Discoveries in Science” de Royston M. Roberts (John Wiley & Sons, 1989) se vio en un verdadero aprieto ante la perspectiva de traducir serendipity como “condición del descubrimiento que se realiza gracias a una combinación de accidente y sagacidad”. Su propuesta de introducir la palabra “serendipia” como un neologismo parece absolutamente razonable pero tendrá que superar las pruebas de los doctores de la lengua antes de encontrar su bendición institucional.
Mientras esto ocurre podría aprovechar para enumerar algunos casos de descubrimientos serendípicos, que resultan verdaderamente ilustrativos de la forma en que avanza nuestro conocimiento y evoluciona nuestra civilización.

Principio de Arquímedes
Cuenta la leyenda que lo concibió mientras se bañaba, al apreciar que su cuerpo iba pesando menos a medida que se sumergía y hacía rebosar el agua del baño. Tan grande fue su entusiasmo al darse cuenta de que el volumen de agua desplazado era el mismo que el de su cuerpo sumergido que salió corriendo desnudo de los baños gritando "Eureka" (Lo encontré).

El salto de la pata de rana
“Había diseccionado y preparado una rana del modo habitual y mientras atendía otro asunto la dejé extendida en una mesa sobre la que había una máquina eléctrica pero a una considerable distancia de la misma. Cuando una de las personas presentes tocó ligeramente por accidente los nervios de la rana con la punta de un escalpelo, todos los músculos de sus patas se contrajeron una y otra vez, como afectados por intensos calambres”
Así describía Galvani su primera observación absolutamente accidental de lo que el llamaba "electricidad animal". En lugar de olvidar el incidente no paró hasta reproducirlo. Los experimentos de Galvani ayudaron a establecer las bases del estudio biológico de la neurofisiología y la neurología. El cambio de paradigma en este campo fue radical: los nervios no eran canales con fluidos como la mente de Descartes había concebido tiempo atrás, sino conductores eléctricos. La información dentro del sistema nervioso se transportaba mediante la electricidad generada directamente por el tejido orgánico.

La primera pila eléctrica
La diseñó Alessandro Volta en 1800 a raíz de las observaciones serendípicas de Galvani, demostrando que la génesis de la electricidad se debía a la conexión de dos metales dispares a través de una disolución electrolítica.

Pegajoso ma "non tropo"
No sólo grandes descubrimientos científicos, sino también pequeñas (aunque muy rentables) contribuciones tecnológicas tienen raíces serendípicas. Por ejemplo, el adhesivo empleado en las notas autoadhesivas de tipo "Post-It" no era lo que sus descubridores estaban buscando. Les salió mal y como pegamento era un desastre. Sin embargo una sagaz reevaluación posterior lo sacó del cajón de los fracasos inconfesables para (después de un cierto proceso de optimización) encumbrarlo en los altares de las más rentables innovaciones.

CIENCIA POR CASUALIDAD:

¿qué tienen en común la penicilina, la dinamita y los manuscritos del Mar Muerto?
La palabra "serendipia" ha sido redescubierta hace poco y se utiliza cada vez más. A partir de 1974 empezó a aparecer en diccionarios conocidos del idioma inglés. El editor español de "serendipia" ha creído conveniente la creación de un neologismo para designar en castellano este concepto, ampliamente difundido en la literatura científica contemporánea, que incluye todos los descubrimientos realizados por casualidad.
Una manzana que cae al suelo a los pies de Newton le da la primera idea de la ley de la gravitación universal; W"hler produce urea en lugar de ácido amónico; un soldado francés del ejército de Napoleón halla una piedra con una inscripción extraña mientras reparaba un fuerte cerca de la población de Rosetta, y esta palabras proporcionan la llave de la historia del antiguo Egipto; un chico palestino lanza una piedra a una cueva oscura, escucha un sonido inesperado y da con los manuscritos del Mar Muerto; Pasteur obtiene cristales de una forma única debido a que la temperatura en el alféizar de la ventana estaba por debajo de 26°C; la resistencia de una mujer ordeñadora a una espantosa enfermedad es advertida por un médico rural y Jenner descubre la vacuna; una espora cae en una placa de Fleming y ello abre la era de los antibióticos.
La penicilina, las sulfamidas, las cefalosporinas y la ciclosporina fueron descubiertas por accidente. Muchos fármacos han sido encontrados por medio de la serendipia. Un fármaco utilizado con un propósito se ha encontrado a menudo efectivo para otro completamente distinto y, a veces, más importante. La aspirina fue preparada por primera vez para usarla como un antiséptico interno. No resultó efectiva, pero en cambio se encontró que era un valioso analgésico y un fármaco antipirético (que baja la fiebre) y actualmente es recomendada para prevenir los ataques al corazón. Desde su entrada en el mercado farmacéutico, en la década de 1890 (la casa Bayer celebró su centenario en todo el mundo), la gente ha usado la aspirina más que cualquier otro medicamento.
Hay otros muchos casos más. Una pantalla fluorescente reluce en la oscuridad y unos cristales fosforescentes exponen una placa fotográfica envuelta en papel negro; un corte accidental en un dedo lleva a Alfred Nobel a descubrir la gelatina explosiva.
¿Qué tienen en común la penicilina, la dinamita y los manuscritos del Mar Muerto?
La serendipia, es decir, todas estas cosas, y otras muchas más en la historia de la ciencia y de la tecnología, que hacen nuestra vida más conveniente, placentera, saludable e interesante, y que fueron descubiertas por accidente.

LA PSEUDOSERENDIPIA:
Hasta que la Real Academia no diga otra cosa, utilizamos el término serendipia (correspondiente al inglés "serendipity"), acuñado por Horace Walpole en 1754 como consecuencia de la impresión que le produjo la lectura de un cuento de hadas sobre las aventuras de "Los Tres Príncipes de Serendip", que hacían continuamente descubrimientos, por accidente y sagacidad, de cosas que no se habían planteado. Walpole usó el término para referirse a algunos de sus propios descubrimientos accidentales.
Roberts habla de pseudoserendipia en los casos de descubrimientos accidentales que logren rematar una búsqueda, en contraste con la serendipia, que se refiere a descubrimientos accidentales de cosas no buscadas.
Charles Goodyear, por ejemplo, descubrió el proceso de vulcanización del caucho cuando -por accidente- dejó un trozo de caucho mezclado con azufre sobre una estufa caliente. Durante muchos años, Goodyear había estado obsesionado por encontrar una manera útil de hacer el caucho. Debido a que fue una casualidad lo que llevó al proceso de éxito, Roberts habla de un descubrimiento "pseudoserendípico".
En contraste, George de Mestral no tenía intención de inventar un cierre (velcro) cuando intentaba averiguar por qué algo se le pegaba a su ropa. Y con Friedel y Crafts, un accidente de laboratorio dio origen a la nueva química industrial. La arqueóloga Mary Leakey, esposa de un arqueólogo y madre de otro, dijo una vez: "En arqueología nunca encontraréis lo que vais buscando".
Hasta las bombas han ayudado. Al final de la II Guerra Mundial, amplias zonas de algunas de las mayores ciudades europeas -entre ellas Londres, Berlín, Rotterdam y Hamburgo- quedaron en ruinas por las explosiones. Pero ello proporcionó una ocasión única a los arqueólogos. En Londres, por ejemplo, buscando explosivos se encontró un templo romano dedicado a Mitra.
Cualquiera de estos accidentes pudo haber pasado inadvertido, pero gracias a la sagacidad de las personas que se encontraron con ellos, tenemos hoy explicaciones de las leyes que gobiernan el movimiento de los planetas; el fundamento de la química orgánica sobre una base racional; el comienzo del entendimiento de la relación de la estructura molecular con la actividad fisiológica; unos bellísimos colorantes que cualquiera, y no sólo los afortunados, pueden permitirse; una profundización en la cultura y el lenguaje de las civilizaciones antiguas; los rayos X para el diagnóstico y el tratamiento médico; la vacuna contra la viruela y otras enfermedades, etc.
Pero todo ello con una condición, expresada ya por Pasteur: "En los campos de la observación, el azar favorece sólo a la mente preparada". Cualquiera de estos accidentes podría haber pasado inadvertido, pero, gracias a la sagacidad de quienes se toparon con ellos, la humanidad cuenta, además de con aquellos ya enumerados, con el fármaco "milagroso" de la penicilina y sus sucesores; los polímeros y otras muchas conquistas que han cambiado nuestra vida.
Algunos de estos descubrimientos se hicieron hace siglos; otros, recientemente. En el siglo XX, nuestro conocimiento de la ciencia y la tecnología ha crecido en proporciones fantásticas. No sabemos qué va a depararnos el futuro, pero estamos seguros de que los "accidentes" seguirán produciéndose y que, con las mentes humanas mejor preparadas que antes, podemos esperar, gracias a la serendipia, que estos "accidentes" se conviertan en descubrimientos, más trascendentes aún de lo que nos imaginamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario